¿Ha oído alguna vez el término “obsolescencia planificada”? Antes de 1920 se fabricaban productos que solían resistir el paso del tiempo. Eran robustos, a menudo mecanizados a mano y, en definitiva, eran los mejores en valor a largo plazo.
El problema era la falta de clientes que volvían. Puedes tener todos los clientes satisfechos del mundo, pero si no consigues que vuelvan como clientes, la longevidad de tu negocio queda en entredicho.
En los años 20 y 30, las empresas comenzaron a adoptar el proceso de obsolescencia planificada. Lo que esto significaba en última instancia para los consumidores era que los productos que compraban no durarían tanto porque las piezas estaban diseñadas intencionadamente para desgastarse.
Esencialmente, una empresa determinaba cuánto tiempo quería anunciar la vida del producto (por ejemplo, una lavadora durante diez años) y luego compraba productos lo más baratos posible para alcanzar o superar ligeramente esa “esperanza de vida” del producto.
Al reducir el tiempo entre la sustitución de los productos, las empresas empezaron a ver un aumento de las ventas repetidas a largo plazo. Estados Unidos se acostumbró a la necesidad de sustitución. De hecho, llevado a su extremo moderno, casi nos sentiríamos decepcionados si no pudiéramos reemplazar artículos comunes periódicamente.
En el mundo del comercio electrónico, la funcionalidad de la obsolescencia planificada podría ser un componente importante a la hora de determinar qué tipo de productos vas a llevar. Por ejemplo, si desarrollas un negocio en torno a un producto muy deseado que tiene una esperanza de vida prolongada, necesitarás muchos más clientes a largo plazo que si eliges un producto muy deseado y que suele ser sustituido por los clientes actuales.
Por ejemplo, los dispositivos electrónicos pueden tener la capacidad de durar más de lo que se suele utilizar, pero la mayoría de los consumidores los sustituirán cuando se presente la siguiente generación del dispositivo. En este caso, la obsolescencia planificada es posible debido a la demanda de los consumidores de una mayor funcionalidad.
Un negocio desarrollado en torno a las velas es un ejemplo de la necesidad de un mayor volumen de clientes. A menos que un cliente encienda una vela cada noche, la necesidad de velas adicionales disminuye por muy bonitas o bien perfumadas que sean las velas. En este caso, un énfasis en las velas como regalo puede permitir que los clientes existentes se conviertan en clientes habituales.
Este artículo no pretende animarle a elegir un tipo de producto en lugar de otro, sino llamar su atención sobre la dinámica de los patrones de compra de determinados artículos por parte de los consumidores. También pretende demostrar que la longevidad de la utilidad del artículo influye en la forma de comercializarlo.
Source by Scott Lindsay